martes, 3 de abril de 2012

Amigas


Es sabido que las mujeres somos amigueras, y precipitadamente amigueras también…desde el primer  “hola” en el pasillo de un centro de estudio, hasta aquel “qué frío” en la parada del bus, nos vamos considerando amigas de…
Es por eso que hay tantos y tantos tipos de amigas:
Hay amigas “muy de circunstancia”,  como las que coinciden con un curso o con un trabajo temporal, como la amiga de vacaciones en la niñez, con quienes sintonizamos casi inmediatamente; las de esos encuentros sabidamente pasajeros, en los que confesamos absolutamente todo, lo que nos gusta, lo que odiamos, lo que amamos y repudiamos…y, es en esa afinidad de contar y escuchar que, encontramos esa complicidad tan femenina como auténtica.
Hay amigas, que se tienen durante largo tiempo, pero con menor intensidad…amigas que son el fruto de una relación de trabajo o de vecindad, con las que se comparten cosas más cotidianas incluso muy domésticas, pero, con las que se gesta una honesta y muy imprescindible solidaridad.
Hay unas amigas, a las que, frecuentamos poco, amigas que no hemos tenido nunca muy cerca; pero que es tan bueno que estén ahí, que, cada “puesta a punto”, es una interminable fiesta de risas y llanto.
Hay amigas casi del alma, amigas espirituales, las de las afinidades infinitas, de libros compartidos, masticados, discutidos, escupidos…de ideas conversadas, amadas, rechazadas…amigas que nos ayudan a creer, cambiar, crecer.
Y de entre las más queridas, las más fundamentales, están las amigas de toda la vida: la que siempre te hizo el aguante, siempre tiene un café pronto, escucha, critica, y se agobia de que tengas tantas otras amigas que pasan de largo; están dispuestas a todo por vos…la que con el tiempo, parece que menos se te parece, pero lo sabe todo de vos, te conoce cada nueva celulitis, cada peca, y cada mueca; sabe de tu primer beso, tu gran amor, tu pasión, tu vocación; tu virtud,  tu más defectuoso defecto, tu talento, tu frustración….esa peli inolvidable, esa playa, esa canción…con la que cada vez hablas menos, porque  basta una mirada para verle el corazón.
Y entre empatía y charlas de amigas, sucede y sucederá que, hasta lo más insignificante, aquello menos importante, cobra sentido y vigor cuando en una desvelada, o en un murito cualquiera, o en el borde de la cama, se las contás a una amiga: es cosa de amigas.

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